20 Diciembre

Dic 20, 2018 | Claret Contigo

“Si alguna cosa os da pena o molestia, sufridlo todo con resignación pensando que el Señor así lo ha dispuesto. Si pueden hacer alguna limosna, háganla por amor de Dios, considerando en los prójimos y singularmente en los pobres la imagen de Jesús. No dejen pasar día sin leer en algún libro bueno y sin rezar el santísimo rosario, y sean devotísimas de María Santísima y del Santísimo Sacramento”
Carta a Dª Alberta Fuster, 27 septiembre 1866, en EC II, p. 1059

VER A JESÚS EN EL POBRE

Claret exhorta a mantener vivas dos actitudes que deben ser inseparables: una vida interior, de fe renovada, con lecturas útiles y devociones que manifiestan interior y exteriormente la fe que se profesa y la esperanza y caridad que de ella brotan; y, en segundo lugar, renovar la conciencia de que en el hermano, y en particular en el pobre, está presente Dios (cf. Mt 25, 31-46).
En nuestra época, mucho más que en la que le tocó vivir a Claret (siglo XIX), la Iglesia pone el énfasis en el descubrimiento de la Palabra de Dios, su lectura y su “rumia” mediante la “Lectio Divina”. En su reciente Exhortación Apostólica sobre la Palabra de Dios, Benedicto XVI, citando a Orígenes, hace esta llamada al creyente: “Esfuérzate en la lectio con la intención de creer y de agradar a Dios. Si durante la lectio te encuentras ante una puerta cerrada, llama y te abrirá el guardián, del que Jesús ha dicho: ‘El guardián se la abrirá’. Aplicándote así a la lectio divina, busca con lealtad y confianza inquebrantable en Dios el sentido de las divinas Escrituras” (VD 86).
Las otras devociones de que habla Claret (al Santísimo Sacramento, a María…) vendrán como reacción y expresión espontánea; ya sea según los modos indicados por él, ya sea en otras formas más cónsonas tal vez con la situación o el gusto de cada uno. Y, en segundo lugar, si nos esforzamos por mantener la conciencia de la presencia de Cristo en cada persona con la que nos encontramos, no sólo no hallaremos dificultad en escucharla y hacer por ella lo que podamos, sino que experimentaremos aquella frase del Señor: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35).
¿Vivo con profundidad interior mi misión apostólica? ¿Me esfuerzo por ver al Señor en toda persona con la que Él me pone en contacto, sobre todo en los más pobres y necesitados? En mi cultivo espiritual, ¿qué lugar tiene la lectura de la Biblia?

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