Fecha: 21 de Septiembre – San Mateo, Apóstol, evangelista y compatrono

49. San Mateo

Este seguidor de Jesús no es mencionado en el cuarto evangelio, y Marcos y Lucas solo transmiten su nombre en sus listas de los Doce. El primer evangelio, en cambio, le aplica a él la narración de vocación que los otros sinópticos adjudican al recaudador Leví, el hijo de Alfeo, y a su nombre en la lista de los Doce añade la determinación el recaudador. La lectura concordista ha tendido a ver en Leví y Mateo la misma persona con dos nombres; pero tal lectura hoy está más bien abandonada.

Según el Nuevo Testamento, lo único que conocemos del apóstol Mateo es su nombre, y solo tardíamente se hizo de él un antiguo publicano, se le colocó en el puesto tradicional de un seguidor de Jesús llamado Leví, y se le atribuyó la redacción de un evangelio. La propuesta de que este apóstol tuviese dos nombres, uno originario —Leví— y otro dado por Jesús —Mateo—, como sucede con Simón Pedro, y que permitiría por tanto la identificación de ambos personajes bíblicos, carece de fundamento literario.

Una tradición muy antigua, que se apoya en un texto atribuido por Eusebio de Cesarea (siglo IV) a Papías de Hierápolis (inicios del siglo II) hace de Mateo el autor del primer evangelio; pero la actual ciencia bíblica no permite atribuir ese escrito a un discípulo directo de Jesús, pues compone basado en fuentes redactadas ya en griego. No obstante, la atribución requiere una justificación más allá de la mera apologética. Detrás de cada Evangelio hay una comunidad cristiana que sabe algo de sus orígenes, de sus fundadores, y es normal que, en los escritos de dicha comunidad, se les reserve un lugar honorífico. Es, por tanto, posible que un discípulo de Jesús llamado Mateo —de la lista de los Doce u otro— haya tenido un papel relevante en la comunidad en la que surgió este evangelio.

El P. Fundador tuvo predilección por el Evangelio de Mateo, del que hizo una edición popular con notas propias, y a cuyos 28 capítulos añadió los dos primeros de Hechos para que los fieles leyesen un capítulo cada día del mes. Explicando el capítulo 10 de Mateo (discurso de misión) dice el P. Claret: «A los Doce los llamó también Apóstoles, esto es, Enviados, porque así como el eterno Padre envió a su Hijo Jesús, así éste envió a sus discípulos. Doce fueron, como fueron doce los Patriarcas, para que así como de éstos descendieron todos los hebreos, así de los doce Apóstoles se derivasen todos los cristianos».

Y, en relación con «no os procuréis oro ni plata» (Mt 10,9), añade: «Así los quiso y mandó el Salvador, para que libres los Apóstoles de toda solicitud y pendientes de la divina Providencia, se entregasen enteramente al ministerio del Santo Evangelio, añadiendo a la palabra el edificante ejemplo del desprecio de las cosas terrenas» (3, pp. 65-66).