EL SEÑOR HA ELEGIDO A SU AMADO DESDE EL PRINCIPIO

Por Geraldine Sasirekah Eusabius RMI

En respuesta a Dios, hago voto a Dios de vivir durante todo el tiempo de mi vida los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Con estas palabras comencé un compromiso permanente como religiosa en la Congregación de las Hermanas Misioneras Claretianas RMI en 1997. Ya han pasado veinticinco años y cuando miro hacia atrás, tengo mucho que recordar, apreciar y agradecer.

No recuerdo haber pensado en ser una hermana cuando estaba en la escuela primaria. Pero entonces, ¿qué me llevó a tomar la decisión de entrar en la vida religiosa? Me di cuenta de que cuando es Dios quien llama no hay escapatoria. Él continúa hasta que escuchamos, reconocemos su voz y respondemos. Es sorprendente cómo te hace empezar a pensar en por qué no convertirte en una hermana. Mi camino hacia las claretianas no era mi plan inicial. Pero encontré el modo de vida hacia donde debía encaminarme. Todavía recuerdo con cariño aquellos años y estoy agradecida a Dios.

Me ocurrió en mi juventud despreocupada; en mi actitud de no atracción hacia las religiosas, y sin embargo ÉL me llamó a ser una entre ellas. Sin duda es un Dios de maravillas y asombros inesperados. Contemplé por primera vez la llamada a la vida religiosa después de mi bachillerato, cuando escuché a un claretiano (CMF) compartir su experiencia vocacional. El intercambio tocó el núcleo de mi ser y me dejó dentro la pregunta de ¿por qué no ser yo también una religiosa? Entonces, y sin entender del todo lo que significaba, busqué convertirme en una hermana. Dios fue muy paciente conmigo; tardé poco más de dos años en tomar la decisión final de entrar en la Congregación, a pesar de que nunca había conocido a una hermana claretiana. Las busqué y encontré que la familia claretiana tenía hermanas, hermanos, sacerdotes y laicos. Sentí una atracción hacia su vida de misioneros; desde entonces, empecé a comunicarme con las hermanas de Filipinas. Las hermanas me acogieron con mucho cariño en su seno y el resto del camino desde el noviciado hasta el presente es un camino de rosas no exento de espinas. Dios me ha puesto en el lugar adecuado, y este es el sentimiento que tengo desde que entré; un sentirme en casa. Todo lo que podía imaginar para mi futuro está relacionado con la vida claretiana. Hasta el día de hoy, me emociono y me entusiasma la vida misionera.

Al reconocer que pertenezco a esta vida y que en ella encuentro alegría y plenitud, mi relación con Dios pasó a ser central. Soy feliz y estoy agradecida. Todos estamos llamados a buscar a Dios y mi camino es a través de la llamada de la vida misionera claretiana. La alegría de esta vida me levanta cada mañana y hace que me deleite en lo que el amor me tiene reservado y ese día se convierte en algo real e innegociable. Dios me ha acercado a él y enciende en mi corazón un deseo muy fuerte de ser misionera de Cristo que considero como mi verdadera identidad.

La vocación religiosa no es una cuestión de carrera sino de vida. El Señor nunca ha dejado de llamarme y sé que el Señor sigue llamando a otros también. Siempre que reflexiono sobre la elección de mi vida, pienso en que tomé el camino menos transitado, y eso ha marcado la diferencia. Mi vida como Hermana Misionera Claretiana es una vida en la que abunda la gracia de Dios. Él enciende en mí una nueva inquietud y el deseo de buscar una relación más profunda con Él. En mi recorrido me ha hecho darme cuenta de que entregarse plenamente a sus deseos es el único camino para una felicidad total y completa en la vida.

Chillaw, Sri Lanka.

Marzo, 2022

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