Fundación en Prades

Feb 2, 2019 | Aniversarios, Fundadores, La Congregación, Notas Históricas

Desde noviembre de 1868 hasta octubre de 1879, nuestra Congregación encontró en el sur de Francia un refugio seguro para pasar el vendaval revolucionario que soplaba en España. Durante una década, la Congregación que parecía que se disolvía entre expulsiones, amenazas anticlericales, dispersión y desánimo, pasó a concentrarse en una sola comunidad y tuvo la oportunidad de revitalizar los fundamentos de su identidad misionera, la espiritualidad, el estudio y la fraternidad, para lanzarse, así, con nuevo arrojo, por rutas universales de misión.

La así llamada Revolución Septembrina, junto a inaugurar caminos desconcertantes en la vida política de España durante un sexenio, provocó la dispersión de los 60? Misioneros claretianos que se encontraban distribuidos en seis comunidades. Solo la de Huesca resistió el vendaval; las demás tuvieron que ser desalojadas y los misioneros refugiarse donde pudieron. El 30 de octubre de 1868, el P. José Xifré, Superior General, que se encontraba amenazado de muerte y escondido en casas de familias en diferentes pueblos aledaños a Vic, reunió clandestinamente a los miembros del Gobierno General para tomar una decisión. Animados por las cartas recibidas del Fundador desde su exilio en Pau (Francia), trataron de sobreponerse a los duros golpes recibidos. Tomaron la decisión de buscar un lugar seguro en alguna diócesis del sur de Francia.

El 4 de noviembre, encontramos al P. Xifré en Perpiñán buscando una casa para reunir a sus misioneros. Las dificultades se sobreponían una a otra. Los costos del alquiler de una casa apropiada para tantas personas sobrepasaban las posibilidades de una Congregación que se encontraba sumida en la pobreza total. Sin embargo, el 20 de mayo, alquiló una pequeña casa para formar una comunidad provisional que se preocupase de buscar una que respondiera a las necesidades de todos. La oportunidad se presentó en una casa situada en la cercana población de Prades.

El 26 de enero de 1868, los PP. Jaime Clotet y Clemente Serrat ya se trasladaron a Prades. Hospedados en el seminario diocesano, se ocuparon de poner a punto la casa para acoger a los misioneros dispersos en territorio español. El 17 de febrero, el primero en llegar fue el P. Pablo Vallier con un grupo de estudiantes y novicios; a continuación fueron llegaron el resto de misioneros que ante la llamada del P. Xifré cruzaban los Pirineos para unirse a su añorada vida comunitaria. El 16 de marzo, el resto de miembros del Gobierno General que quedaba en la casa de Prades se trasladó a la de Prades que quedó constituida en el centro y el corazón de la Congregación. En esta comunidad se encontraba el Gobierno General, el noviciado, el escolasticado y, a parte de la comunidad de Huesca, era la única comunidad formal de la Congregación. Las posibilidades de apostolado en aquella bien atendida diócesis de Perpiñán no eran muchas, por eso, los misioneros tuvieron la oportunidad de batir las alas de la oración y el estudio. Los PP. Vallier, Font y Serrat se encargaron da la formación de los numerosos candidatos que llegaban para seguir a Jesús al estilo misionero del P. Claret. El P. Bernardo Sala, hermano del difunto P. Esteban Sala, era uno de los puntales como profesor de Teología de nuestros jóvenes misioneros.

Desde esta comunidad, los misioneros cruzaron los Pirineos para abrir nuevas posibilidades de misión en España (el P. Gavín fundó una comunidad en Barbastro, en plena convulsión revolucionaria) y cruzaron el mediterráneo para fundar la primera comunidad fuera de Europa, en Árgel. Finalmente, cruzaron el Atlántico para llegar a la “Viña Joven”, a la que Claret había dicho que iría volando de inmediato si no fuera por sus achaques de venerable anciano. La casa de Prades se convirtió en el centro y el corazón de una congregación verdaderamente misionera. Las dificultades revolucionarios impidieron la predicación en España, pero nos abrieron las puertas a la universalización de la misión.

La casa de Prades quedó pequeña para tantos jóvenes que se unían a las filas misioneras de la Congregación, por eso era urgente buscar un nuevo edificio con perspectivas de futuro. De forma providencial, el P. Clotet en una de sus visitas al sepulcro del Fundador en Fontfroide, recibió la oferta de ocupar un antiguo edificio situado en Thuir, que había sido convento de franciscanos hasta que fueron expulsados durante la Revolución Francesa. El 8 de mayo de 1871, el P. Claret junto con algunos misioneros más se trasladó a Thuir para ocuparse del acondicionamiento del estropeado edificio. El 29 de junio, el resto de misioneros abandonaron la casa de Prades para concentrarse en la comunidad de Thuir, nuevo centro y corazón de la Congregación. Desde esta casa, a partir de 1875, se pudo ir recuperando algunas de las casas perdidas en España durante la Revolución y, al mismo tiempo, hacer nuevas fundaciones, entre ellas las de un postulantado y devolver el noviciado a Vic. El 30 de octubre de 1879, los misioneros y los estudiantes tuvieron que abandonar abruptamente la casa a causa de la persecución anticlerical del nuevo régimen Francés. El estudiantado se trasladó a la casa de Gracia, en Barcelona. Así se cerró este apasionante capítulo de nuestra historia en el exilio francés.

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