Memoria de los Beatos Mártires Claretianos en el año del 150 aniversario de la muerte de Claret

Ene 30, 2020 | Tablero

1 DE FEBRERO DE 2020

Por segundo año vamos a celebrar en toda la Congregación la memoria litúrgica de los Beatos Felipe de Jesús Munárriz Azcona, presbítero, y compañeros, religiosos y mártires. Como sabemos, esta memoria obligatoria conmemora conjuntamente a los 184 mártires claretianos que han sido beatificados hasta ahora. Recordamos, pues, siguiendo el orden cronológico de beatificaciones, a los 51 mártires de Barbastro (25 de octubre de 1992), al P. Andrés Solá Molist (20 de noviembre de 2005), a los 23 mártires beatificados en Tarragona (13 de octubre de 2013) y a los 109 beatificados en Barcelona (22 de octubre de 2017). Junto a ellos, celebramos también el recuerdo de la Beata María Patrocinio Giner, misionera claretiana, mártir (beatificada el 11 de marzo de 2001). Tendrá que pasar todavía un tiempo hasta que esta memoria arraigue entre nosotros como han arraigado las solemnidades del Corazón de María y de san Antonio María Claret y la fiesta de la Virgen del Carmen en el aniversario de la fundación de la Congregación.

La elección de la fecha del 1 de febrero obedeció a diversas razones. Una –quizás la más superficial– fue la de distribuir las diversas conmemoraciones a lo largo del año, de manera que la liturgia contribuyera a avivar la llama de nuestra vocación misionera. Otra –la más determinante– fue la de hacer coincidir la memoria de los Beatos Mártires con la fecha del atentado que Claret sufrió en Holguín (Cuba) el 1 de febrero de 1856. El Año Claretiano recuerda también este acontecimiento en la sección dedicada a las biografías. Aunque nuestro Fundador no murió mártir, como era su deseo, su espiritualidad misionera esta transida del deseo de configurarse con el Cristo que sufre y muere por amor. Por eso, el derramamiento de la sangre en Holguín tuvo un gran significado para él: “No puedo yo explicar el placer, el gozo y alegría que sentía mi alma, al ver que había logrado lo que tanto deseaba, que era derramar la sangre por amor de Jesús y de María y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades evangélicas” (Aut 577).

En realidad, los deseos del martirio le venían de muy atrás. En los últimos años de sus campañas misioneras en Cataluña, experimentó los sinsabores de la situación social. En ese contexto, escribió: “Yo, en medio de estas alternativas, pasaba de todo: tenía ratos muy buenos, otros muy amargos en que me fastidiaba la misma vida. Y entonces mi único pensar y hablar era del cielo, y esto me consolaba y animaba mucho. Habitualmente no rehusaba las penas; al contrario, las amaba y deseaba morir por Jesucristo” (Aut 465). Un poco antes, el 22 de julio de 1844, en carta a D. Cipriano Sánchez Varela, obispo de Plasencia, le dice: “Sin penas y persecuciones no puedo vivir” (EC, I, p. 135). Y en los propósitos de 1852 alude expresamente a sus deseos del martirio: “Deseo sufrir el martirio, y, por tanto, las penas ya las sufriré en esta preparación”.

 

Dos años antes de su muerte, el 22 de junio de 1868, insiste en lo mismo: “Después, toda la noche estuve soñando y deseando el martirio. Con la luz vi que estaban tres bultos negros, como tres hombres, que eran tres demonios o los tres enemigos que intentan mi muerte. Yo deseo mucho sufrir el martirio” (Luces y gracias, 1868). Rememorando los años pasados en la corte de Madrid, escribe desde Roma a su amigo D. Dionisio González el 26 de mayo de 1869: “He sufrido doce años de martirio” (EC, II, p. 1391). Su muerte en el monasterio cisterciense de Fontfroide cierra un ciclo terreno caracterizado por la persecución externa y por la configuración interna con el Cristo que es perseguido y muere en la cruz. En su Definición del Misionero, los cinco verbos pascuales (gozarse, abordar, abrazar, complacerse y alegrarse) se alían con los cinco sustantivos martiriales (privaciones, trabajos, sacrificios, calumnias y tormentos) hasta formar una hermosa síntesis de espiritualidad misionera. Claret, como buen hijo del Inmaculado Corazón de María, no piensa, en definitiva, sino en “cómo seguirá e imitará a Jesucristo en [orar], trabajar y sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas” (Aut 494).

El pasado 25 de enero, en nuestra basílica del Corazón de María de Santiago de Chile, el P. General abrió oficialmente la celebración del 150 aniversario de la muerte de Claret, que se cerrará en Vic el próximo 24 de octubre. Celebrar este año la memoria de nuestros Beatos Mártires en el marco de este aniversario nos ayuda a agradecer a Dios las vidas de quienes vivieron hasta el final la Definición del Misionero y a avivar nuestra propia fidelidad vocacional en tiempos desafiantes. En algunos países de mundo (Corea del Norte, Afganistán, Somalia, Libia, Pakistán y muchos otros), los cristianos son perseguidos y algunos martirizados. La memoria de nuestros Beatos Mártires es una ocasión para orar por ellos y promover iniciativas de diálogo interreligioso y de respeto al pluralismo. En todos los lugares la fe en Jesús resulta contracultural y suscita rechazo cuando entra en conflicto con los intereses de personas, instituciones y estados.

Recordar a nuestros Beatos Mártires –y, en ellos, a todos los que derramaron su sangre por Cristo en nuestra Congregación– significa también prepararnos para una vida misionera más auténtica, que no retroceda ante las dificultades que hoy se presentan a la evangelización, sino que crea en la fuerza transformadora del testimonio. No todos estamos llamados a ser mártires que derraman su sangre, pero sí testigos y mensajeros de la alegría del Evangelio en el tejido de la vida cotidiana. El Año Claretiano que comenzamos el pasado 1 de enero nos está ayudando a recordar a muchos claretianos que lo fueron de manera significativa a lo largo de nuestra historia en los más diversos servicios misioneros.

Encomendamos a la intercesión de los Beatos Mártires Claretianos a toda la Congregación y, de manera especial, a quienes, por causa de la enfermedad, la edad o algún tipo de crisis, están experimentando el sufrimiento, “sabiendo que con nuestra dolencia completamos lo que falta a la pasión de Cristo” (CC 45).

 

P. Gonzalo Fernández, CMF

Prefecto General de Espiritualidad

 

MATERIALES / LITURGÍA:

MEMORIA DE LOS BEATOS MÁRTIRES CLARETIANOS

 

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