A 50 años de su muerte el pueblo le manifiesta su cariño

Perú. La población de Huacho, con su Obispo a la cabeza, rinde un sentido homenaje al padre Eusebio Arróniz Gómez, misionero claretiano sencillo, para recordarle a los 50 años de su fallecimiento. ¿Qué es lo que queda en el corazón y en

el recuerdo del pueblo para mantener hacia él tan profundo afecto?

Este santo misionero (así le consideran) destacó por su pasión misionera, su cordialidad en el trato con la gente, su entrega incansable en la labor pastoral, su alegría, su creatividad, su sencillez y su entrega a los más pobres, los presos, los niños y los ancianos. Fue un misonero popular en plenitud.

Nació en Zúñiga – Navarra (España) en 1885 y desde muy joven fue enviado al Perú. Trabajó una primera etapa en los seminarios diocesanos de Lima y de Trujillo como profesor de distintas materias, donde resaltó por su cercanía con los jóvenes y su gran capacidad para formarlos en valores. En un segundo momento trabajó en las parroquias rurales de Cajabamba y Huacho. En esta última ciudad estuvo desde 1945 hasta 1958, año en el que los Claretianos dejaron esa ciudad. Fue destinado a Arequipa, y allí murió al año siguiente, el 1 de noviembre de 1959, solemnidad de Todos los Santos.

A insistencia del pueblo, sus restos fueron trasladados a Huacho donde descansan al ingreso del cementerio y recibe una fuerte veneración popular.

El día 1 de noviembre, el obispo de la diócesis de Huacho, Mons. Antonio Santarsiero, presidió la Eucaristía, en la que participaron, con dos sacerdotes diocesanos, los claretianos PP. Carlos Sánchez y Ronel Chipana, como representantes de la Congregación. Luego se realizó una Romería al cementerio, donde el pueblo le dedicó oraciones, poesías y distintas muestras de afecto y devoción popular. Durante la semana anterior se realizó una exposición de los recuerdos de su labor misionera: fotos, cartas y diversos objetos. Era sorprendente apreciar el fuerte amor que la gente guarda por el P. Eusebio, pese a haber pasado 50 años.

Cuando haya fallecido un Misionero, celebremos sus exequias con devoción, con fraterna caridad y con sencillez. Encomendemos al Señor con los sufragios prescritos, especialmente en la celebración de la Eucaristía, a los hermanos que nos precedieron en el servicio del Evangelio.

Manifestemos idéntica piedad para con nuestros familiares y colaboradores de la Congregación fallecidos.

(Constituciones 19)