Fecha: 6 de Octubre – Ordenación episcopal del P. Fundador

Hoy, 6 de octubre, memoria de san Bruno, conmemoramos el aniversario de la consagración episcopal de san Antonio María Claret. Esta tuvo lugar en la catedral de Vic en 1850, algo más de un año después de haber recibido el nombramiento para la sede de Santiago de Cuba. El mismo Claret consideró como providencial que su consagración tuviera lugar en el mes del Rosario y en la fiesta de un santo a cuya orden quiso pertenecer en su juventud. Claret contaba entonces 42 años.

6 B Claret Constituciones

Esta memoria es una oportunidad para meditar sobre el modo como nuestro Fundador vivió su misión episcopal. No le resultó fácil aceptar la encomienda del Papa. Pero, una vez tomada la decisión, intentó vivirla al estilo de los apóstoles. En los casi siete años en que fue arzobispo de Santiago de Cuba se entregó en cuerpo y alma a la revitalización de la diócesis a través de las visitas pastorales, la atención al clero y al seminario, la promoción de obras sociales y la animación de la vida cristiana en general. Su espíritu de misionero apostólico insufló al episcopado un dinamismo que no era habitual en los obispos de su tiempo.

Este modelo de episcopado es el que él practicó, sobre todo, durante el tiempo en el que fue pastor de la archidiócesis de Santiago de Cuba. Nada más llegar a la isla se lo dejó bien claro al Gobernador General don José Gutiérrez de la Concha: «El día en que vea que se pone el menor tropiezo a mi misión… ese día dejaré mi puesto y nada perderé por cierto en cuanto a mi persona, porque el carácter de misionero me basta para ser pobre, para amar a Dios, para amar a mis prójimos y ganar sus almas al mismo tiempo que la mía» (3, p. 485).

A diferencia de otros muchos obispos de su tiempo, encomendó a personas competentes el funcionamiento ordinario de la Curia arzobispal. Y él se dedicó de lleno a la evangelización, a través de las visitas pastorales a la diócesis, del continuo ejercicio del ministerio de la Palabra y de su preocupación por atender a las necesidades de los más pobres, sobre todo en el campo de la prevención y la educación. Rubricó esta entrega a su pueblo con la sangre derramada en el atentado de Holguín, el 1 de febrero de 1856.

En las etapas posteriores de Madrid, París y Roma, a pesar de que no era obispo residencial, supo encontrar otros cauces como pláticas, conferencias, ejercicios espirituales, el apostolado de la prensa, el acompañamiento espiritual, el consejo, para seguir sirviendo intensamente a la Iglesia. La caridad de Cristo, lema de su escudo arzobispal, fue siempre el motor de su vida y apostolado.

En un día como hoy podemos tener un recuerdo especial de todos los claretianos que han sido llamados a servir a la iglesia como obispos. Oremos por ellos y por sus iglesias particulares, para que, a ejemplo de san Antonio María Claret, sepan llevar la buena del Evangelio con una vida entrega y con una fina atención a los signos de los tiempos.