Queridos hermanos:
¡Habemus Papam! Con toda la Iglesia elevamos nuestro corazón en acción de gracias al Señor por el don de nuestro nuevo Santo Padre, el Papa León XIV.
Sus primeras palabras al mundo como Sucesor de Pedro han sido una llamada a tender puentes, trabajar por la paz y anunciar el Evangelio con valentía y alegría. Estas palabras resuenan profundamente con nuestro espíritu misionero. En ellas ya vislumbramos a un pastor dispuesto a caminar con el Pueblo de Dios por sendas de esperanza, incluso en medio de las incertidumbres de nuestro tiempo.
El ministerio petrino es siempre un misterio de gracia y de carga. Hemos visto en las últimas décadas cómo los Papas han llevado esta responsabilidad con fe, a menudo en medio de incomprensiones y resistencias—especialmente cuando se dejan guiar por el Espíritu más allá de los moldes ideológicos. El Papa es un ser humano, llamado, elegido y sostenido por Dios para ser pontífice, constructor de comunión, en una Iglesia llamada a caminar sinodalmente.
Tras la alegría del anuncio viene la soledad de la cruz. Ahora el Papa recorrerá un camino en el que incluso sus más cercanos colaboradores tal vez no lo comprendan del todo, y donde las críticas pueden a veces oscurecer la comunión. Es precisamente aquí donde nuestra solidaridad como hijos de la Iglesia se vuelve aún más importante.
Como claretianos, fieles al legado de nuestro Fundador, no nos dejamos atrapar por banderas ideológicas o intereses particulares. Caminamos en fidelidad al Evangelio y en comunión con el Papa, sea quien sea, confiando en que Dios habla también a través de los vasos humildes que Él elige.
Recibimos al Papa León XIV con afecto fraterno y apertura misionera. Que nuestras oraciones lo consuelen y nuestra fidelidad lo sostenga. Encomendamos su pontificado al Corazón de María, para que lo guíe con su ternura materna.
¡Viva el Papa!
- Mathew Vattamattam, CMF
Superior General
