CLARET Y BALMES – Beato José Brengaret Pujol; n. 18.01.1913 en Sant Jordi Desvalls (Gerona); + 23 años, acabado 4º de Teología

CLARET Y BALMES – Beato José Brengaret Pujol; n. 18.01.1913 en Sant Jordi Desvalls (Gerona); + 23 años, acabado 4º de Teología

¡Claret y Balmes! No ha sido a la verdad el capricho de algunos escritores el que ha juntado estos dos ilustres nombres. Fue la mano providente de Dios la que, formado con estas dos rojas lenguas de fuego una sola llama, llama de luz u llama de vida, alumbró los oscuros y difíciles caminos de la nación española en la pasada centuria.
Llega el año 1840; y los dos paladines de la causa católica salen al campo de batalla, casi a un mismo tiempo. Por el mes de abril publica Balmes su primer libro en defensa del clero católico. En agosto del mismo año comienza el Padre Claret aquella gloriosa serie de misiones, que obraron maravillas en incontables pueblos en toda España.

Pasma verdaderamente contemplar la vida del Apóstol sallentino, tan virtuosa, tan aprovechada, aureolada muchas veces con los resplandores del milagro, y coronada siempre con fulgores de santidad. Mas ¿quién podrá olvidar el tesoro de ciencia que supone la multitud de sus criterios, el caudal de conocimientos que exigió su predicación incesante, cargada de luminosas ideas y basada siempre en la Sagrada Escritura y en los escritos de los Sto. PP. Y Doctores de la Iglesia.

Grandiosa fu la producción literaria de Balmes, suficiente ella sola para formar una biblioteca. Mas esta sabiduría eminente y esta prodigiosa fecundidad, sostenidas siempre por la perfecta sumisión a la autoridad de la Iglesia y una humilde devoción al Rosario, dieron al espíritu del filósofo catalán aquella constante elevación, sinceridad y pureza que en el Apóstol sallentino brillaron con fulgores de santidad eminente.

Ambos atletas salieron a la palestra, empuñando las mismas armas de combate, como quiera que ambos habían moldeado sus entendimientos en idéntico troquel. Así, el Santo Arzobispo Claret escribía en su Plan de Estudios para el Seminario del escorial: “Sea cualquiera el autor que se explique en las aulas, si se quiere saber Teología, téngase siempre ante los ojos la Suma de Santo Tomás”. Y Balmes decía: “En las Suma de Santo Tomás se encuentra todo: “Filosofía, Religión, Derecho, todo está, como en capullo, en aquellas lacónicas frases que encierran en sí riquezas de ciencia no soñadas”.

Y ¿por qué no decirlo? Almas gemelas mostrárnosle también las Claret y Balmes, cuando la mano de la tribulación y de la calumnia llamó a sus puertas. Al ser torcidamente interpretadas las nobles intenciones del autor de “Pio IX”, así contestó el humilde filósofo a un amigo que le incitaba a la defensa: “La verdad, la virtud, la consciencia, Dios he aquí donde hemos de fijar nuestras miradas; lo demás pasa presto”. Y al llegar para el Confesor de Isabel II y santo Arzobispo de Cuba la hora de la tribulación y al ser calumniado y vilipendiado en diarios, revistas y folletos, como quizás ningún otro santo lo haya sido, y devora en el silencio de su corazón el pan amargo de la calumnia y del vilipendio; y con el corazón puesto en Dios y la frente serena marcha decidido al destierro.

¡Claret y Balmes! He aquí dos almas gemelas, he aquí dos corazones hermanos, dos ideas que a la par brotaron de la mente de Dios. Ellos fueron los “dos querubines de oro macizo que con sus alas cubrieron el propiciatorio de la Iglesia española en el siglo XIX”. ¡Honor a sus nombres ilustres!

José Brengaret Pujol

Pascua 2022

Pascua 2022

Cristo ha resucitado,
y con Él ha resucitado nuestra esperanza

(Papa Juan Pablo II)

 

¡Cristo ha resucitado! Y tenemos la oportunidad de abrirnos y recibir su regalo de esperanza. Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus actos y palabras sea una luz brillante que guíe nuestros pasos con confianza, hacia esa Pascua que no tendrá fin.

Que la alegría de la resurrección nos libere de la soledad, la debilidad y el miedo hacia la fuerza, la paz y la felicidad.

 

P. Krzysztof Gierat CMF

Postulación general
de los Misioneros Claretianos

En el camino hacia la apertura del proceso de la causa del martirio del P. Rhoel Gallardo, misionero claretiano de Filipinas

En el camino hacia la apertura del proceso de la causa del martirio del P. Rhoel Gallardo, misionero claretiano de Filipinas

Los Misioneros Claretianos de la Provincia de Filipinas, al celebrar sus 75 años de presencia claretiana en Filipinas, han comenzado a preparar la documentación para el inicio del proceso de beatificación por martirio del Padre Rhoel Gallardo. Se trata de un sacerdote claretiano secuestrado por el grupo extremista musulmán Abu Sayyaf y asesinado el 3 de mayo de 2000 en la isla de Basilan.

El 3 de mayo de 2021, Mons. Leo Dalmao, CMF, prelado de la Prelatura Territorial de Isabela, celebró la Eucaristía por el vigésimo primer aniversario de la muerte del Padre Rhoel y el inicio de estos preparativos. La celebración tuvo lugar en la iglesia de la Parroquia de San Vicente Ferrer en Tumahubong, el pueblo donde el sacerdote ejerció su ministerio, rezando por la paz.

Para los Claretianos, Tumahubong equivale a P. Gallardo y a muchos otros que también derramaron su sangre por su fe y sus principios. Es la tierra prometida, el campo de pruebas de los corazones arduos para la misión, el amor de los que ven a Jesús en medio de los conflictos religiosos y políticos.

El 3 de mayo de 2000, el P. Gallardo murió en un fuego cruzado entre el grupo Abu Sayyaf que lo tenía como rehén y las fuerzas de seguridad que intentaban rescatar a los secuestrados. El sacerdote, el director de la escuela, cuatro profesores y los alumnos del Colegio Claret de Tumahubong fueron mantenidos en cautividad desde el 20 de marzo. Lo encontraron con tres heridas de bala a corta distancia en la cabeza, el hombro y la espalda, y le habían arrancado las uñas del dedo índice y del pie. Los bandidos también mataron a tres profesores y cinco niños.

Basilan es un conocido bastión de Abu Sayyaf, conocido por sus secuestros para pedir rescate y otras atrocidades.La crisis de los rehenes, que duró mes y medio, fue también un día de heroísmo para el misionero de 34 años.

Los testigos dicen que siempre buscaba a las maestras cuando se separaban de otros cautivos. Su preocupación irritó a los bandidos, que le propinaron puñetazos y patadas hasta dejarle muy magullado. Los que sobrevivieron también recordaron cómo Gallardo les pedía que no perdieran la esperanza y rezaran el rosario. Lo hacían con discreción, ya que sus secuestradores les prohibían rezar, obligándoles incluso a renegar del cristianismo.

El padre Rhoel Gallardo nació en la ciudad de Olongapo, al norte de Manila, el 29 de noviembre de 1965. Gallardo tuvo un primer contacto con la vida misionera durante su noviciado en la ciudad de Bunguiao, en Zamboanga. Hizo su primera profesión religiosa en 1989 en Isabela y completó su año pastoral en la ciudad de Maluso, también en Basilan. En su solicitud de profesión perpetua, escribió: «Mi inmersión pastoral en Basilan el año pasado me hizo experimentar concretamente nuestra vida y misión testimonial y evangelizadora entre los pobres (así como) la presencia de nuestra Comunidad en el diálogo de vida y fe con nuestros hermanos y hermanas musulmanes». «Estas experiencias, en su conjunto, se han convertido en un verdadero reto para mí para ser un misionero comprometido y un testigo activo del amor liberador de Dios por la humanidad… consciente de que nuestra vida y misión exigen una entrega total para mayor gloria de Dios y la salvación de la humanidad», añadió.

El P. Gallardo hizo su profesión perpetua en 1993 y fue ordenado sacerdote en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María de Quezon City en 1994. Unos años después de su ordenación, se ofreció como voluntario para ir a Tumahubong, un pueblo de la ciudad de Sumisip, en la provincia de Basilan, donde ejerció como director del Colegio Claret y párroco de la parroquia de San Vicente Ferrer.

El padre Gallardo fue el primer sacerdote secuestrado en Basilán que fue asesinado. Otros sacerdotes y monjas habían sido secuestrados, incluso golpeados, pero al final todos fueron liberados. La gente ya lo considera un mártir, un héroe. Los otros rehenes dijeron que no quiso entregar la cruz y el rosario, como querían los islamistas. Por eso lo torturaron arrancándole las uñas. Sufrió mucho; sin embargo, como director de la escuela, incluso en el cautiverio, se preocupaba ante todo por los profesores y los niños que le habían sido confiados. Ofreció su vida por la gente que le rodeaba.

El Padre Claret y la política – por Sebastián Riera Coromina; n. 13.10.1913 en Ribas de Freser (Girona); + 22 años; acabado 4º de Teología.

El Padre Claret y la política – por Sebastián Riera Coromina; n. 13.10.1913 en Ribas de Freser (Girona); + 22 años; acabado 4º de Teología.

Nadie ignora el estado anormal de España en el pasado siglo; Las guerras y revoluciones internas los frecuentes cambios de Gobierno. E esta época crítica por demás aparece en el palenque de la historia patria el Venerable P. Claret, para desempeñar uno de los cargos ms comprometidos, el de Confesor de la reina.

A pesar de ser tan fácil en palacio el enredarse en cuestiones ajenas a su ministerio, siempre se ha halló divorciado de la política, como nos lo aseguran quienes le conocieron, de cerca y él mismo lo afirma al escribir: “En materias de política jamás me he querido meter” (Autobiografía, parte III, cap. 12). No se crea por esto olvidaba el Venerable el intimar a Isabel II sus deberes de Reina, como nota el P. Aguilar en la “Vida admirable del Siervo de Dios”.

En lo puramente político se portó con la mayor circunspección. Así lo dice el Ilmo. Sr. Arzobispo de granada, Don Bienvenido Monzón en carta de 14 de enero 1880 con estas textuales palabras: “Yo creo que el Sr, Claret y en sus circunstancias supo como pocos y quizá como nadie, conciliar la sencillez de la paloma con la astucia necesaria de la serpiente para no enredarse nunca, ni dejarse enredar, ni en las secretas tramas palaciegas, ni en las intrigas y luchas candentes de los partidos políticos que se disputaban el poder y se quitaban de las manos las riendas del Gobierno, para conservar íntegra e inviolable la santa libertad e independencia de su sagrado ministerio”.

Que este sea el genuino espíritu del Venerable nos lo confirma la regla que prescribió para sus Hijos los Misioneros. Reza así: “Absténganse de política a no ser por causa de la religión y acaten las disposiciones de las autoridades civiles mientras no se opongan a las leyes divinas o eclesiásticas” (Constituciones, parte II, cap. 16).

Y la cumplió prácticamente, al firmar la Reina el reconocimiento de Italia, separándose de su lado; y no volviendo a la corte hasta que se lo mandó el mismo Pío IX.

Conducta digna de imitarse en todos tiempos y que debiera ser la norma del Clero español.

Sebastián Riera, C.M.F.

– Tomado de «Los mártires honran al padre fundador» (Cervera 1934).

«Orar en comunión con los santos»

«Orar en comunión con los santos»

Papa Francisco, Audiencia General, 07.04.2021

Cuando rezamos, nunca lo hacemos solos: aunque no pensemos en ello, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que va delante de nosotros y continúa después.

En las oraciones que encontramos en la Biblia, y que a menudo resuenan en la liturgia, hay un rastro de historias antiguas, de liberaciones prodigiosas, de deportaciones y exilios tristes, de retornos conmovedores, de alabanzas que fluyen ante las maravillas de la creación… Y así estas voces se transmiten de generación en generación, en un continuo entrelazamiento entre la experiencia personal y la del pueblo y la humanidad a la que pertenecemos. Nadie puede desprenderse de su propia historia, de la historia de su propio pueblo; siempre llevamos esta herencia en nuestras costumbres y también en nuestra oración. En la oración de alabanza, sobre todo en la que florece en el corazón de los pequeños y de los humildes, resuena algo del canto del Magnificat que María elevó a Dios ante su pariente Isabel; o de la exclamación del anciano Simeón que, tomando al Niño Jesús en brazos, dijo: «Ahora puedes dejar ir a tu siervo en paz, Señor, según tu palabra» (Lc 2,29).

Las oraciones -las buenas- son «difusivas», se extienden continuamente, con o sin mensajes en las «redes sociales»: desde las salas de los hospitales, desde los momentos de reunión festiva así como desde aquellos en los que se sufre en silencio… El dolor de cada persona es el dolor de todos, y la felicidad de unos se traslada al alma de otros. El dolor y la felicidad forman parte de la misma historia: son historias que hacen historia en la propia vida. Revives la historia con tus propias palabras, pero la experiencia es la misma.

La oración siempre renace: cada vez que unimos nuestras manos y abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en una compañía de santos anónimos y santos reconocidos que rezan con nosotros, y que interceden por nosotros, como hermanos mayores que han pasado por la misma aventura humana que nosotros. En la Iglesia no hay luto que permanezca solitario, no hay lágrima que se derrame en el olvido, porque todo respira y participa de una gracia común. No es casualidad que en las iglesias antiguas los entierros estuvieran en el jardín que rodea el edificio sagrado, como si se quisiera decir que en cada Eucaristía participa de alguna manera la hostia de los que nos han precedido. Están nuestros padres y nuestros abuelos, están los padrinos, están los catequistas y los demás educadores… Esa fe transmitida, contagiada, que hemos recibido: con la fe se ha transmitido también el modo de rezar, la oración.

Los santos siguen aquí, no lejos de nosotros; y sus representaciones en las iglesias evocan esa «nube de testigos» que siempre nos rodea (cf. Hb 12,1). Hemos escuchado al principio la lectura del pasaje de la Carta a los Hebreos. Son testigos a los que no adoramos -por supuesto, no adoramos a estos santos-, pero a los que veneramos y que de mil maneras diferentes nos remiten a Jesucristo, el único Señor y Mediador entre Dios y los hombres. Un santo que no te recuerda a Jesucristo no es un santo, ni siquiera un cristiano. Un santo te hace recordar a Jesucristo porque ha recorrido el camino de la vida como cristiano. Los santos nos recuerdan que incluso en nuestras vidas, aunque sean débiles y estén marcadas por el pecado, puede florecer la santidad. En los Evangelios leemos que el primer santo «canonizado» fue un ladrón y «canonizado» no por un Papa, sino por el propio Jesús. La santidad es un camino de vida, de encuentro con Jesús, sea largo o corto, sea en un instante, pero siempre es un testimonio. Un santo es el testimonio de un hombre o una mujer que ha encontrado a Jesús y lo ha seguido. Nunca es tarde para convertirse al Señor, que es bueno y grande en amor (cf. Sal 102,8).

El Catecismo explica que los santos «contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de ocuparse de los que han dejado en la tierra. […] Su intercesión es el más alto servicio que prestan al plan de Dios. Podemos y debemos pedirles que intercedan por nosotros y por el mundo entero» (CIC, 2683). En Cristo existe una misteriosa solidaridad entre los que han pasado a la otra vida y nosotros, peregrinos en ésta: nuestros seres queridos fallecidos, desde el Cielo, siguen cuidando de nosotros. Ellos rezan por nosotros y nosotros rezamos por ellos, y rezamos con ellos.

Este vínculo de oración entre nosotros y los santos, es decir, entre nosotros y las personas que han llegado a la plenitud de la vida, este vínculo de oración ya lo experimentamos aquí, en la vida terrenal: rezamos unos por otros, pedimos y ofrecemos oraciones… La primera forma de rezar por alguien es hablar con Dios sobre él o ella. Si lo hacemos con frecuencia, cada día, nuestro corazón no se cierra, sino que permanece abierto a nuestros hermanos y hermanas. Rezar por los demás es la primera forma de amarlos, y nos impulsa a estar cerca de ellos. Incluso en tiempos de conflicto, una forma de disolver el conflicto, de suavizarlo, es rezar por la persona con la que estoy en conflicto. Y algo cambia con la oración. Lo primero que cambia es mi corazón, es mi actitud. El Señor lo cambia para hacer posible un encuentro, un nuevo encuentro, y para evitar que el conflicto se convierta en una guerra sin fin.

La primera manera de afrontar un momento de angustia es pedir a los hermanos, a los santos sobre todo, que recen por nosotros. El nombre que se nos da en el bautismo no es una etiqueta ni una decoración. Suele ser el nombre de la Virgen, de una Santa o de un Santo, que no espera otra cosa que «echarnos una mano» en la vida, echarnos una mano para obtener de Dios las gracias que más necesitamos. Si en nuestra vida las pruebas no han llegado a su punto álgido, si todavía somos capaces de perseverar, si a pesar de todo seguimos adelante con confianza, quizás todo esto, más que a nuestros méritos, se lo debemos a la intercesión de muchos santos, unos en el Cielo, otros peregrinos como nosotros en la tierra, que nos han protegido y acompañado porque todos sabemos que aquí en la tierra hay personas santas, hombres y mujeres santos que viven en santidad. Ellos no lo saben, nosotros tampoco, pero hay santos, santos cotidianos, santos ocultos o como me gusta decir los «santos de al lado», los que conviven con nosotros en la vida, que trabajan con nosotros, y llevan una vida de santidad.

Bendito sea, pues, Jesucristo, único Salvador del mundo, junto con esta inmensa floración de santos y santas que pueblan la tierra y que han hecho de su vida una alabanza a Dios. Porque -como afirmaba San Basilio- «para el Espíritu el santo es una morada particularmente adecuada, ya que se ofrece para habitar con Dios y es llamado su templo» (Liber de Spiritu Sancto, 26, 62: PG 32, 184A; cf. CIC, 2684).