Nadie ignora el estado anormal de España en el pasado siglo; Las guerras y revoluciones internas los frecuentes cambios de Gobierno. E esta época crítica por demás aparece en el palenque de la historia patria el Venerable P. Claret, para desempeñar uno de los cargos ms comprometidos, el de Confesor de la reina.
A pesar de ser tan fácil en palacio el enredarse en cuestiones ajenas a su ministerio, siempre se ha halló divorciado de la política, como nos lo aseguran quienes le conocieron, de cerca y él mismo lo afirma al escribir: “En materias de política jamás me he querido meter” (Autobiografía, parte III, cap. 12). No se crea por esto olvidaba el Venerable el intimar a Isabel II sus deberes de Reina, como nota el P. Aguilar en la “Vida admirable del Siervo de Dios”.
En lo puramente político se portó con la mayor circunspección. Así lo dice el Ilmo. Sr. Arzobispo de granada, Don Bienvenido Monzón en carta de 14 de enero 1880 con estas textuales palabras: “Yo creo que el Sr, Claret y en sus circunstancias supo como pocos y quizá como nadie, conciliar la sencillez de la paloma con la astucia necesaria de la serpiente para no enredarse nunca, ni dejarse enredar, ni en las secretas tramas palaciegas, ni en las intrigas y luchas candentes de los partidos políticos que se disputaban el poder y se quitaban de las manos las riendas del Gobierno, para conservar íntegra e inviolable la santa libertad e independencia de su sagrado ministerio”.
Que este sea el genuino espíritu del Venerable nos lo confirma la regla que prescribió para sus Hijos los Misioneros. Reza así: “Absténganse de política a no ser por causa de la religión y acaten las disposiciones de las autoridades civiles mientras no se opongan a las leyes divinas o eclesiásticas” (Constituciones, parte II, cap. 16).
Y la cumplió prácticamente, al firmar la Reina el reconocimiento de Italia, separándose de su lado; y no volviendo a la corte hasta que se lo mandó el mismo Pío IX.
Conducta digna de imitarse en todos tiempos y que debiera ser la norma del Clero español.
Sebastián Riera, C.M.F.
– Tomado de «Los mártires honran al padre fundador» (Cervera 1934).