ORAR A MARÍA
“Pediré…”. Claret ora. Pero, ¿qué es orar? Decía Teresa de Jesús: “Orar es tratar de amistad, estando muchas veces a solas con Quien sabemos nos ama”. La oración es la expresión de la fe, su aliento y su alimento. Cuando oramos, el Espíritu del Señor anima en nosotros lo que debemos hacer y nos ayuda a abrir los ojos a la realidad y a dejarnos interpelar por ella según el corazón de Dios.
Orar es escucha atenta y contemplativa de lo que está ocurriendo en nuestra vida, en lo que nos rodea, en el mundo… para descubrir, animados por el Espíritu, lo que tenemos que hacer. Y se puede hacer de muchos modos:
*Orar con la Palabra de Dios, espada de doble filo, que nos penetra y descubre nuestra verdad profunda, nos interpela, nos guía y orienta, nos consuela, nos anima…
*Dar gracias y alabar al Señor por lo que hace en nuestra vida, por los signos del amor que derrama sobre nosotros y que constantemente percibimos si estamos atentos…
*Pedir humilde y sencillamente lo que necesitamos, con la confianza de que el Señor sabe lo que nos conviene, y acogerlo con el corazón abierto.
*Interceder por nuestros hermanos, sobre todo por los que sufren a causa de la injusticia, la violencia, la pobreza y tantas formas de violación de la dignidad humana.
*La meta de nuestra oración: “Una caridad abrasada y una unión perfecta con Dios”.
Sólo esa “caridad abrasada” hará de nuestro mundo una gran familia en el amor de Dios y a los hermanos. Sólo es “unión perfecta” hará eficaces nuestros esfuerzos: “Si no estáis unidos a mi no podéis hacer nada…” (Jn 15,5). La segunda petición de Claret, después del amor, es la unidad. Es el testimonio “para que el mundo crea” (Jn 17,21).
¡Concédeme, Señor, un amor entrañable a todas las personas con las que convivo, con las que trabajo, con las que cada día me encuentro! Y concédeme estar siempre unido a Ti como los sarmientos a la vid, pues sólo así puedo dar fruto.