Saludo a la Congregación

Ago 24, 2009 | Josep Abella Batlle, La Congregación

Roma (24 de agosto de 2009).
Queridos hermanos:
El Capítulo General me ha pedido que continúe en el servicio de animación de la vida de la Congregación como Superior General durante los próximos seis años. Agradezco de todo corazón la confianza que me han mostrado los Capitulares y espero que tanto ellos como todos vosotros me acompañéis durante este nuevo sexenio con vuestra oración, vuestro amor fraterno y vuestra comprensión, tal como lo habéis hecho durante los últimos seis años.

La mayoría me conocéis bien. Sabéis lo que puedo aportar y habéis podido descubrir también mis muchas limitaciones. Repito lo que os dije hace seis años cuando se me confió por primera vez esta responsabilidad: podéis contar con mi tiempo, mis energías y todo lo que pueda dar de mí durante los próximos años. Os siento cercanos y he experimentado vuestro cariño y vuestro amor a la Congregación en el abrazo fraterno que me ha dado cada uno de los Capitulares que os representan.

En el acto de la profesión de fe, he querido que la lectura fuera la misma que orientó nuestra oración al inicio del anterior sexenio: Mt 18,1-5. Este pasaje del Evangelio de Mateo, que forma parte de la catequesis sobre la comunidad que Mateo nos ofrece en el capítulo 18, nos transmite unas palabras de Jesús que presentan las actitudes necesarias en los miembros de la comunidad cristiana para que ésta sea verdaderamente signo del Reino. Ante los discípulos que discutían quién era el mayor, Jesús hizo un gesto muy hermoso. Llamó a un niño y lo puso en medio del grupo. Jesús acompañó su gesto con palabras, pero el gesto hablaba ya con suficiente claridad. La comunidad capaz de expresar la novedad del Reino es aquella en la que los “pequeños” ocupan el centro. Se sienten acogidos, acompañados, respetados y amados. Yo sueño con una Congregación que sepa vivir esa novedad del Reino y colaborar a crear una sociedad donde esa novedad sea también una realidad.

Me dispongo a asumir el gobierno de la Congregación en continuidad con lo que se ha venido realizando durante los últimos años. Recibí una herencia preciosa de los PP. Gustavo Alonso y Aquilino Bocos. Ha habido una continuidad de magisterio y animación durante estos últimos sexenios que nos ha ayudado a crecer en una línea profética, que quisiera que continuara. Gustavo, Aquilino: os expreso y os expresamos, de nuevo, nuestro más sincero agradecimiento. Os pido que sigáis cercanos a quienes deberemos encargarnos del gobierno de la Congregación durante los próximos años y que nos ayudéis a acertar en nuestras decisiones con vuestra experiencia y sabiduría.

No quiero dejar de expresar mi más sincero agradecimiento a quienes han sido los colaboradores más inmediatos en el Gobierno de la Congregación durante el sexenio que acabamos de concluir. Al P. Rosendo Urrabazo, Vicario General, a Vicente, Domingo, Marcelo, Gonzalo, Mathew y José-Félix. Doy testimonio de su amor a la Congregación y de su entrega generosa a los hermanos a través de los servicios que les han sido encomendados. La evaluación que hemos hecho en este Capítulo avala esta expresión de gratitud. Gracias a todos. Es un agradecimiento que se extiende a todos los colaboradores del Gobierno General y a todos los Superiores Mayores, pues he sido muy consciente de que, solamente a través de una sólida corresponsabilidad en el Gobierno, se puede prestar un buen servicio a la Congregación.

El Capítulo debe seguir su reflexión durante las próximas semanas buscando identificar las líneas que deberán orientar nuestra vida durante los próximos seis años. Sepamos ser audaces y generosos en nuestra respuesta a la llamada de Dios que percibimos en este momento. ¿Por qué íbamos a tener miedo cuando el Señor ha prometido estar en medio de quienes se reúnen en su nombre y concede el don de su Espíritu a quienes están dispuestos a seguirle? ¿No somos hijos de Aquella que proclamó con su vida y su palabra la grandeza del Señor que es siempre fiel a su Alianza? Dejémonos acompañar por las palabras del Magnificat, un canto en el que descubrimos una síntesis maravillosa de los rasgos de la espiritualidad profética que acoge la Palabra, se deja transformar por ella y proclama, con convicción y audacia, el mensaje de salvación. Sepamos superar aquellos temores que nacen de nuestra incapacidad de pronunciar un “Sí” rotundo y confiado. Miremos al P. Fundador y seamos verdaderamente “claretianos”

Me siento en profunda comunión con todos vosotros: Obispos, sacerdotes, diáconos permanentes, hermanos, estudiantes y novicios claretianos. Agradezco vuestro cariño y vuestra oración, que me han acompañado durante el sexenio anterior. Agradezco también todas las palabras de ánimo y las críticas e indicaciones que he recibido durante este tiempo. Todas ellas son un signo hermoso de la fraternidad claretiana y me han ayudado a prestar un mejor servicio.

Quiero expresar también mi gratitud a todos los demás miembros de la Familia Claretiana y a tantas personas con quienes nos sentimos profundamente vinculados por la amistad y la comunión en la misión. Que podamos ir consolidando esta comunión al servicio de la misión evangelizadora.

Somos Hijos del Corazón de María. A su amor de Madre confío el ministerio que me ha sido encomendado. Que nos inspire siempre a todos la figura de nuestro Santo Fundador y nos anime el ejemplo de fidelidad de nuestros hermanos mártires, en cuya fiesta litúrgica iniciamos este Capítulo General. Me confío a vuestras oraciones y os prometo las mías.

Roma, 24 de agosto de 2009
Josep M. Abella, cmf.

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