Mensaje del 24 de octubre de 2019
Queridos hermanos:
En este mes misionero extraordinario de octubre, entramos en el 150 aniversario de la finalización de la misión del Padre Claret en la tierra. La inauguración oficial del aniversario de su llamada al cielo está prevista para el 25 de enero en Santiago de Chile junto con todos los Superiores Mayores, y durante la celebración del 150 aniversario de la llegada de los Misioneros Claretianos a la «viña joven» de América. La conclusión del año del Jubileo será en Vic el 24 de octubre de 2020. Con todo, nos ponemos ya en marcha desde este mes misionero especial para preparar un período significativo de internalización del espíritu misionero de nuestro Fundador. Os invito a que utilicéis el programa del itinerario espiritual preparado por la Prefectura General de Espiritualidad para acercarnos a nuestro Fundador y alimentar el espíritu misionero que nosotros también hemos recibido. Qué emocionante es para nosotros pensar acerca de nosotros mismos como aquellos, en palabras del Padre Claret, «a quienes el Señor había dado el mismo espíritu de que yo sentía animado» (Aut 489). Sin este espíritu, podemos hacer mucho ruido, pero no seremos la voz de Dios para su pueblo como lo fue nuestro Fundador.
El día 24 de octubre de 1870, a las 8.45 de la mañana, nuestro Fundador fue llamado a su morada celestial. La conmovedora descripción de sus últimos días, y realizada por el Padre Jaime Clotet, muestra cuán profunda fue su intimidad con el Señor. Nuestro Fundador, un diseñador naturalmente dotado para ello, nos enseña la belleza de vivir para el Señor y el arte de morir en el Señor. Su objetivo largamente deseado de derramar su sangre por amor de Jesús y de María, y de sellar las verdades del Evangelio con la sangre de sus venas (Aut 577), se realizó de una manera mística en sus últimos días, en el exilio en Fontfroide, en Francia .
Nuestro Fundador nos ha dejado dos hermosas joyas que revelan el núcleo de su vida. En este año jubilar, alimentaremos nuestra vida y misión cada día a partir de ellas. Haremos bien en inscribirlas en nuestros corazones para imitar su fidelidad al Señor y tenerlas escritas en nuestras habitaciones como un recordatorio de espejo.
La primera es la oración apostólica de nuestro Fundador, la cual declara la misión de su vida.
«¡Oh, Dios mío y Padre mío!, haced que os conozca y que os haga conocer; que os ame y os haga amar; que os sirva y os haga servir; que os alabe y os haga alabar de todas las criaturas. Dadme, Padre mío, que todos los pecadores se conviertan, que todos los justos perseveren en gracia y todos consigamos la eterna Gloria. Amén”
La segunda es la definición del misionero, la cual es la mejor descripción de su propia vida y un programa de santidad Él que nos ha dejado:
Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa. Que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todos los hombres en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en trabajar, en sufrir, en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.
Dudo de poder agregar algo a estas joyas espirituales a modo de comentario o explicación. Lo importante es avivar el fuego del amor de Dios dentro de nosotros al estar cerca de nuestro Fundador. La vida del Padre Claret atestigua que la llama del amor de Dios se extiende donde quiera que vaya un misionero, ya sea a una aldea o en una ciudad, a una isla distante o a un palacio real. Es el fuego, a diferencia de otras pasiones, que sigue ardiendo sin quemarnos.
Sigamos volviendo a los tesoros espirituales de nuestro Fundador para atraer la fuerza apostólica con el fin de ser verdaderamente la misión de Dios en el mundo.
Os deseo a toda la Familia Claretiana, amigos y amantes de nuestro Fundador una muy dichosa Fiesta de San Antonio María Claret.
P. Mathew Vattamattam, CMF
Superior General