Roma, Italia. El día 19 de marzo la comunidad de la Curia General celebró, como cada año, la festividad de su patrono San José. Este año quisimos recordar el vínculo que une a la Curia General con este bendito Patriarca. Esta vez refiriéndonos a la época en que la Congregación adquirió la casa de Via Giulia, junto a la iglesia de Santa Lucía del Gonfalone, futura sede del Gobierno General (1934-1953).

Allá por el año 1912, después de veintiocho años en Roma, la única comunidad claretiana en aquella ciudad se encontraba todavía viviendo en un piso de Via della Lungara, en el Trastevere. Estaban sus miembros desanimados al ver que todos sus intentos por ubicarse en un edificio junto a una iglesia se veían frustrados. Y fue entonces cuando acudió, providencialmente, en su auxilio el glorioso San José. Así lo contaba el P. Felipe Maroto, miembro de la comunidad y, por entonces, joven profesor de varias universidades romanas (por treinta y nueve años) y futuro Superior General de la Congregación (1934-1937):

«Más que a estas diligencias practicadas, atribuimos principalmente el buen resultado de las gestiones a un especial favor del glorioso Patriarca San José. Viendo nosotros las dificultades que se presentaban para alcanzar la iglesia de los Santos Vicente y Anastasio, pensamos acudir al poderoso valimiento del Santo Esposo de María, y entre otras cosas que practicamos a este fin, se nos ocurrió escribir una carta a San José de la Montaña de Barcelona, en la que parafraseábamos brevemente estas palabras: «San Giuseppe, pensateci Voi» (San José, pensad Vos en ello), que forman el título de un librito de devoción que tenemos en casa, y que por casualidad se nos vino a la vista cuando estábamos discurriendo cómo escribir la cartita a San José de la Montaña. ¡Cosa admirable! A los cuatro días justos de enviar la carta (tiempo indispensable y suficiente para mandar una correspondencia por correo a Barcelona y recibir la respuesta) ya por la mañanita, sin que nosotros hubiéramos dicho nada de los pasos que estábamos dando, algunas personas devotas nos preguntaron si era verdad, como lo habían oído decir, que nos daban la iglesia de Santa Lucia del Gonfalone; y habiendo ido nosotros al Vicariato para tratar del asunto que traíamos entre manos, se nos dijo clara y definitivamente que era inútil pretender la otra iglesia, pero que si queríamos aceptar la de Santa Lucia del Gonfalone, estaba a nuestra disposición. Grande fue nuestro gozo al ver así coronados nuestros esfuerzos, y sobre todo al ver cuán presta y eficaz había sido la intervención de S. José; y desde luego rendimos gracias al Santo Patriarca, y ahora queremos de nuevo darle muestra pública de nuestro agradecimiento; tanto más, que a él también hemos de atribuir el haber podido vencer las no pequeñas dificultades que nos salieron al paso para estorbarnos el cumplimiento efectivo y real de lo que tan felizmente parecía haber comenzado».

Hoy, recordando aquellos hechos, seguimos fielmente agradeciendo públicamente a San José, como Curia General, su santa protección.

 

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